Desde el primer instante en el que comencé a comprender un entorno a mi alrededor, descubrí que este mundo tiene mucho más para ofrecer de lo que podemos percibir con nuestros sentidos; las probabilidades lo han indicado una y otra vez desde que el ser humano se convirtió en un ser pensante. Así como existen millones de estrellas en nuestra pequeña galaxia, y el universo entero está compuesto por miles de millones de galaxias que parecen no tener fin, es evidente que siempre hay algo nuevo por aprender. Siempre hay algo desconocido a la vuelta de la esquina. Siempre hay una historia que contar. Siempre hay una verdad. Tal vez por eso decidí que algún día me convertiría en una intrépida periodista; si el mundo tenía tanto por ofrecer, ¿por qué no dedicarme a descubrir sus secretos para contarle al resto lo que de otra manera no conocerían? Ir detrás de la verdad para divulgarla, se convirtió en el mantra de esta joven escritora a la que no le importó empezar desde abajo con tal de lograrlo: mi primer artículo escolar fue una oda al pavimento de una nueva cancha deportiva, y eso me aseguró una columna en cada número sucesivo del periódico escolar.
El cine, la televisión y los libros, también tuvieron algo que ver; no lo negaré. Ser testigo de tantas historias sobre periodistas investigadores que resolvían misteriosos e imposibles casos, me impulsó a querer ser como ellos. Pretender obtener respuestas sin importar nada se convirtió en parte de mi personalidad. Es la razón por la que crecí intentando descifrar lo que mis padres no me decían; por eso me empeñé en averiguar lo que mis dos mejores amigos claramente me escondían. La transparencia se convirtió en mi franca bandera.
Pero, se preguntarán, ¿cuál es el beneficio al bien común? ¿Cuál es la diferencia entre informar, y ser una persona chismosa que se mete en la vida de los demás para exponerlas? Bueno, la verdadera y objetiva investigación es también una forma de hacer justicia. Con un sustento confiable y comprobable, una nota periodística es capaz de iniciar una investigación judicial que nunca se habría hecho de otra manera. El secreto es no perder de vista que el objetivo de la divulgación no es juzgar, ni dictar sentencia. Y aunque sé que existen límites legales y éticos que rigen el flujo de la información, siempre vi las cosas en blanco y negro, y por años, me aferré a la idea de que los secretos irremediablemente deben salir a la luz; por sí solos o con ayuda… O, al menos así pensaba, hasta que yo misma tuve un secreto propio que ocultar. Y todo comenzó el día en que morí.
Una tarde pasé de visitar el centro comercial con una nueva amiga, a ser secuestrada por una criatura alada que me utilizó como un recurso para imponer un intercambio que no pretendía honrar. Fue así como descubrí que la magia era real: de mi pecho fue arrancada mi alma, que con mis propios ojos pude ver siendo destruida. Lo siguiente que supe fue que me encontraba en un lugar oscuro; un mundo vacío en el que rocas flotantes eran rodeadas por un espacio sin una sola estrella. Sin saber lo que ocurría o en dónde me encontraba, sin entender cómo respiraba, por qué no me daba hambre, por qué podía verme a mí misma si no había luz, o por qué mi voz no salía cuando quería gritar con todas mis fuerzas, floté a la deriva, perdiendo la completa noción del tiempo. No podía dormir; no sentía cansancio. Recordé una y otra vez el frío rostro púrpura del hombre que me había matado, los momentos más tristes que viví desde pequeña, la ausencia de mi madre, mi nunca pronunciada soledad, y la traición de mis amigos que, a diferencia mía, sí habían parecido comprender lo que sucedía cuando los vi antes de marcharme. Constantemente quise llorar, pero mis lágrimas no salieron. La oscuridad a mi alrededor no tardó en entrar en mí, y hasta el dolor físico se apoderó de mi cuerpo. Solo había sufrimiento. Pena. Un frío que me calaba hasta los huesos. Deseé que la muerte fuera algo más que eso. Deseé dejar de sentir, dejar de existir… Hasta que, de pronto, una luz intensa y rosa me cegó; una luz proveniente de una roca flotante que, por un momento, me dio la impresión de que provenía de una persona… Cuando la luz dejó de cegarme, me di cuenta de que seguía flotando, pero ya me encontraba en otro lugar: una sala circular con un gran domo de cristal. Y ahí estaba él, frente a mí, mirándome con sus ojos azules que casi me hicieron llorar; estaba acompañado de tres hombres que me pidieron decirles lo que había visto. Pero no podía hacerlo. Nunca podría repetirlo. En su lugar, dije lo primero que me vino a la mente, lo último que había visto antes de verlos a ellos: las cosas que la luz rosa me enseñó en mi mente y que recordaba como de un sueño.
Esa misma noche volví a la vida. La magia se encargó de devolvérmela tan maravillosa y dolorosamente como me la quitó. Y al regresar a mi cuerpo, vi ante mí una segunda oportunidad que nunca me atrevería a desaprovechar; aunque no pudiera sacar de mi mente aquel plano oscuro que me mostró lo peor de mí misma y que me hizo desear las cosas más terribles. Y volver, fue quizás más difícil que el haberme ido en primer lugar. Ya nada era igual. Yo ya no era la misma. El mundo a como lo percibía, había cambiado. Las millones de estrellas en nuestra pequeña galaxia, y el universo entero compuesto por miles de millones de galaxias que parecen no tener fin, dejaron de ser imponentes. Todo era diferente: mi mundo, mi reflejo en el espejo, mis sueños y pesadillas, mis aspiraciones, mi historia, mi identidad misma… La magia me regresó a la vida con un costo que quizá nadie comprenderá nunca: me convertí en la reencarnación de alguien más. Dejé de ser una estudiante de preparatoria con aspiraciones periodísticas para convertirme en un ente olvidado en otra dimensión, y así, finalmente volverme un simple medio de transporte que debía ser utilizado. Me hice una mensajera, la representación de algo que jamás podría igualar o siquiera alcanzar: el recuerdo materializado de la bruja más poderosa de todos los tiempos, la que inició una sangrienta guerra que está muy lejos de terminar, y que ahora cargo también sobre mis hombros.
Desde entonces, cada día ha sido más doloroso que el anterior. Cada noche ha sido más insoportable que la pasada. Finjo ante todos estar bien para no darle problemas a nadie. La entusiasta periodista investigadora no volvió a la vida; en su lugar, una sombra sin identidad tomó mi nombre y mi alcoba. Me distraigo de la oscuridad que me rodea y que brota desde mi interior, aprendiendo sobre el nuevo mundo que fue revelado ante mí. Paso los días intentando salir adelante por mis amigos, solo por ellos, dando mi mayor esfuerzo para aprender a utilizar las extraordinarias habilidades que me mantienen completamente aterrada. No puedo defraudarlos; no quiero decepcionarlos. Hicieron literalmente lo imposible por traerme de vuelta y, aunque cada respiro sea una agonía, debo ayudar en la misión que ahora también es mía. Tengo que hacerlo por mí. Tengo que hacerlo por él.
Frente a mí se encuentra el misterio más grande con el que me he topado; vaya, el secreto con el que casi nadie se ha topado, el que cambia radicalmente el origen de la humanidad. Y aunque tengo a mi alcance las respuestas a las preguntas que no me atrevo a hacer, quizá el mundo nunca conozca esta historia que ni puedo contar. Estoy segura de que otro periodista en mi lugar no descansaría hasta poder exponer la verdad, pero, esta chica que ha cambiado su pluma por un báculo mágico, tiene miedo de enfrentar la realidad… ¿Podré algún día volver a sentirme bien para eventualmente poder descubrir quién soy?
*Artículo no publicado de ‘El Despacho’, periódico escolar del Colegio Domum; recuperado de la papelera de la computadora de Samantha Jennifer Adams.